lunes, agosto 25, 2008

Ameneo, Ars y el fuego

Ameneo era jovial, se caracterizaba por cambiar de una forma a otra recurrentemente. Ejercía de poeta y de inteligente casanova, juglar y de niño. Aunque a veces su forma más oscura lo dejaba caer en lo profundo de sí mismo y en ese momento no se dejaba ver por nadie.

Se había enamorado perdidamente de un guerrero valiente y generoso que llevaba consigo al vellocino de oro. Ars también mutaba sin razón y de manera impulsiva, casi con la misma violencia como cuando nacemos. Este amante impaciente disfrutaba de los juegos del placer cuando ambos se encontraban a la deriva en las tormentas de la pasión. Que difícil era controlar sus emociones entonces.

Los dos buscaban, necesitaban, independencia de todo lo que los rodeaba inclusive de ellos mismos. Hicieron un pacto y se amaron en tanto y en cuanto se dejaran demostrar su propio ser.

El primero lo desafió a un juego y solo prendió la mecha y el guerrero empezó a arder, le habían propuesto quemar el mundo y a cada llama su sonrisa crecía más.

Fue lindo verlos como se tomaron 8 días para incendiar la eternidad. Al final, lo miró a los ojos y puso en su mano una amatista. Se amaron para siempre.

Despedidas II - Oyes el mar?

Oyes el mar?

Estaba sentado en el muelle de rocas junto a la orilla del mar cuando el sol de primavera se decidía a dejar paso al crepúsculo. Los últimos rayos golpeaban en el agua y le daban directo en sus ojos.

En general la nostalgia lo encontraba en otros lugares, muy lejos del rumor de las olas. Esta vez, más por comodidad que otra cosa, decidió sentarse frente al mar a pensar.

Se dijo: ”A la felicidad solo la rodea el dolor”

Reaccionó cuando se dio cuenta que había comenzado a arrojar piedras al mar, como respondiendo a algún designio u orden cósmico/universal que funciona para cualquier persona frente a cualquier orilla. Entonces decidió solo tomar la piedra y conservarla en la mano hasta que se cansaba de molerla y luego tomaba otra.

Se dijo: ”Nunca entendí que eras más que este momento, se que no aguanto pensarte mas allá de mi.”

Miró el mar, un barco abandonaba el muelle. Entendió la señal con un movimiento familiar.

Se dijo: ”Escuchas lo que dice el mar? Que cuando todas las canciones dejen de ser tristes, sabré que te olvidé.”

Infinita tristeza.

Calle 13

Abrió los ojos y saltó de la cama enteramente sudado, parado en el medio del cuarto aún guardaba las imágenes de su sueño:

”... caminaba a través de un jardín, evitando las ramas y las hojas de los arboles, veo una casa pasando los arbustos y me dirijo hacia la parte de atrás siguiendo las luces de la piscina. Me acerco inquieto sin saber cual es el propósito de encontrarme allí, veo mucha mucha gente, al parecer están celebrando y ninguno parece alterarse por mi presencia. Me imagino con cara desconcertado, con ropas rasgadas por una posible travesía por el bosque sin embargo todos me miran familiarmente sonriendo o murmurando gracias que no llego a comprender. Sin inmutarse un mozo me acerca una copa de champán, saca un cigarro de su chaqueta, me lo pone en la boca y me convida fuego.
Busco donde sentarme y, una vez que lo consigo, veo al frente un atardecer azul al borde de la noche ya sin rastros del sol, cálido pero con una brisa de aire fresco. Ya de pie me encuentro con un grupo de gente que me son completamente desconocidos, al parecer les caigo bien, bebemos y sonreímos todos. De repente, un ritmo atrapante comienza a crecer alrededor nuestro, nos atrapa y nos pone en éxtasis, nos hace brincar. Quedamos con los pies descalzos y saltamos a la piscina, cubiertos por el agua hasta las pantorrillas nos salpicamos en cada salto, perdemos el control de nuestros cuerpos y una nube negra se posa arriba de nuestras cabeza y deja caer una lluvia que nos baña completamente. El ritmo, los saltos y la lluvia nos deja exhaustos. Caigo al suelo y de rodillas solo siento las gotas pesadas cayendo sobre mi cara, alrededor el frenesí sigue en su auge.

No puedo respirar, la lluvia me ahoga la boca en cada bocanada de aire que quiero pegar. Ante la asfixia decido escapar, doy grandes bocanadas de aire para salir. Voy subido a una motocicleta y manejo a gran velocidad, la ruta se escapa bajo mis pies y ahora el aire me golpea el pecho, se llenan mis pulmones, mis largos cabellos tiran de mi cabeza y pruebo más velocidad. La ruta termina y es tarde para intentar doblar, sigo recto, ni atino a detenerme, ni siquiera el acantilado me amedrenta de caer libremente y una vez rota la defensa solo vuelo y...”

Todavía recordaba cada detalle insignificante. Le tomó tiempo reaccionar, tardó en comprender que era solo un sueño y que le iba a costar descifrar algún sentido en todo eso.

Despedida I - Amore amaro

Hacía unos dias que no se afeitaba. Vestía muy descuidado y los anteojos no tapaban enteramente su falta de sueño.

La mañana lo encontró parado en el andén vacío, con un cigarrillo en la mano y la otra en el bolsillo, así miraba como ciego los rieles todavía calientes del tren que acababa de partir.De alguna forma la estación se le hacía parecida a cualquier otra, como si el momento y el lugar no fueran importantes entonces. La llovizna lo empapaba disimulada pero insistentemente.

Sabía que estas despedidas le dejaban aromas que irían desaparenciendo solo con el transcurso de los dias, algunos, a su pesar, durarían por siempre. En éste punto ya la había comenzado a olvidar.Estaba seguro que la lluvia le había mojado el corazón, que de alguna forma el agua habia pasado su camisa y que, por el pecho, el líquido le había alcanzado el interior de su ser.

Fue, creo, cuando se preguntó si la soledad puede ser tan inmensa para hacerlo sentir algo tan insignificante. Solo atinó a sonreir melancolicamente por preguntarse semejante tontería. Eligió conservar la última sonrisa para olvidarla, fue buena idea prometerse que nada de lágrimas por esta vez.

Se dio media vuelta, pitó el final del cigarro y tiró la colilla al asfalto húmedo. Pensó: ”Una vez más me quedé sin vos, otra vez me quedé sin nada. Pucha, que linda que estaba...”