lunes, agosto 25, 2008

Ameneo, Ars y el fuego

Ameneo era jovial, se caracterizaba por cambiar de una forma a otra recurrentemente. Ejercía de poeta y de inteligente casanova, juglar y de niño. Aunque a veces su forma más oscura lo dejaba caer en lo profundo de sí mismo y en ese momento no se dejaba ver por nadie.

Se había enamorado perdidamente de un guerrero valiente y generoso que llevaba consigo al vellocino de oro. Ars también mutaba sin razón y de manera impulsiva, casi con la misma violencia como cuando nacemos. Este amante impaciente disfrutaba de los juegos del placer cuando ambos se encontraban a la deriva en las tormentas de la pasión. Que difícil era controlar sus emociones entonces.

Los dos buscaban, necesitaban, independencia de todo lo que los rodeaba inclusive de ellos mismos. Hicieron un pacto y se amaron en tanto y en cuanto se dejaran demostrar su propio ser.

El primero lo desafió a un juego y solo prendió la mecha y el guerrero empezó a arder, le habían propuesto quemar el mundo y a cada llama su sonrisa crecía más.

Fue lindo verlos como se tomaron 8 días para incendiar la eternidad. Al final, lo miró a los ojos y puso en su mano una amatista. Se amaron para siempre.

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