lunes, agosto 25, 2008

Calle 13

Abrió los ojos y saltó de la cama enteramente sudado, parado en el medio del cuarto aún guardaba las imágenes de su sueño:

”... caminaba a través de un jardín, evitando las ramas y las hojas de los arboles, veo una casa pasando los arbustos y me dirijo hacia la parte de atrás siguiendo las luces de la piscina. Me acerco inquieto sin saber cual es el propósito de encontrarme allí, veo mucha mucha gente, al parecer están celebrando y ninguno parece alterarse por mi presencia. Me imagino con cara desconcertado, con ropas rasgadas por una posible travesía por el bosque sin embargo todos me miran familiarmente sonriendo o murmurando gracias que no llego a comprender. Sin inmutarse un mozo me acerca una copa de champán, saca un cigarro de su chaqueta, me lo pone en la boca y me convida fuego.
Busco donde sentarme y, una vez que lo consigo, veo al frente un atardecer azul al borde de la noche ya sin rastros del sol, cálido pero con una brisa de aire fresco. Ya de pie me encuentro con un grupo de gente que me son completamente desconocidos, al parecer les caigo bien, bebemos y sonreímos todos. De repente, un ritmo atrapante comienza a crecer alrededor nuestro, nos atrapa y nos pone en éxtasis, nos hace brincar. Quedamos con los pies descalzos y saltamos a la piscina, cubiertos por el agua hasta las pantorrillas nos salpicamos en cada salto, perdemos el control de nuestros cuerpos y una nube negra se posa arriba de nuestras cabeza y deja caer una lluvia que nos baña completamente. El ritmo, los saltos y la lluvia nos deja exhaustos. Caigo al suelo y de rodillas solo siento las gotas pesadas cayendo sobre mi cara, alrededor el frenesí sigue en su auge.

No puedo respirar, la lluvia me ahoga la boca en cada bocanada de aire que quiero pegar. Ante la asfixia decido escapar, doy grandes bocanadas de aire para salir. Voy subido a una motocicleta y manejo a gran velocidad, la ruta se escapa bajo mis pies y ahora el aire me golpea el pecho, se llenan mis pulmones, mis largos cabellos tiran de mi cabeza y pruebo más velocidad. La ruta termina y es tarde para intentar doblar, sigo recto, ni atino a detenerme, ni siquiera el acantilado me amedrenta de caer libremente y una vez rota la defensa solo vuelo y...”

Todavía recordaba cada detalle insignificante. Le tomó tiempo reaccionar, tardó en comprender que era solo un sueño y que le iba a costar descifrar algún sentido en todo eso.

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